EN CAPILLA:
Y quedó
callada, sola, con la compañía del silencio y tres estampitas.
En una la Virgen de los Llanos, en
otra su Virgencica de Cortes, y en la otra El Cristo de la Agonía.
Él había
cerrado la puerta, dejando tras de sí
ausencia y silencio a partes iguales.
Salió con paso firme,
decidido, la empresa que iba a acometer requería decisión y arrojo.
La noche de
antes preparó minuciosamente su terno verde y azabache, lo colocó sobre la
silla del dormitorio, perfectamente doblado, sin una arruga. Se sentó al borde
de la cama mirándolo y pensando en la gloria que les aguardaba.
Cenó
ligero, una tortillita francesa y una fruta, la responsabilidad del día
siguiente le había mermado las hambres.
Antes de poder conciliar el sueño, repasó mentalmente la faena que debía hacer,
aquella para la que tanto se había preparado. No albergaba ninguna duda, estaba
decidido a entregarse hasta el final. Con la determinación en el pensamiento
cayó en un profundo sueño.
Ella se durmió
más tarde, los nervios habían empezado a
hacer su trabajo.
Cuando amaneció él ya estaba mirando por la ventana, los
primeros rayos de luz se colaron en el
dormitorio dibujando su sombra sobre la pared. La despertó con un beso; -“Es la hora”-.
Desayunó
sin prisa pero sin pausa, no quería perder tiempo, la excitación no le permitía entretenerse.
Entonces con una parsimonia casi litúrgica, comenzó a
enfundarse su traje verdinegro, mientras ella en silencio le ayudaba a atarse
los machos.
Cuando estaba
vestido, se puso frente al espejo de cuerpo entero, se miró despacio de arriba
a abajo, los colores del terno le favorecían
y le pesaban a partes iguales. Después le cogió la mano, la miró
fijamente y con cara de buen crío y media sonrisa le dijo -” Quédate tranquila
todo va a salir bien “- La besó en la mejilla y se fue.
Ese día el ruido de la puerta al
cerrarse sonó distinto, sonó a vacío, a angustia.
Ella se
dirigió a su mesilla de noche, del cajón de arriba sacó un rosario y unas
estampitas. Muy despacio las colocó
sobre la mesilla de noche, a modo de capilla. Compungida, con voz temblorosa y
lágrimas en las mejillas pidió:
-”
Virgencica de los Llanos, guárdamelo, que lo quiero, no dejes que nada malo le
pase, líbralo de las cornadas, del infortunio de las lesiones, que la sombra
de la pájara no se cierna sobre él.-”
“- Jesús
mío de la Agonía ,
no permitas la desgracia, que el toro
negro de la mala suerte no lo prenda en sus pitones, déjalo correr triunfante
en su carrera hacia la gloria.-”
Virgen mía
de Cortes, dale fuerza y guárdalo, devuélvemelo sano y salvo, dale temple en la
zancada ,que no equivoque el ritmo, que no le falle el corazón. Que yo sin él
no soy nada, yo sin él me muero, que no le pase nada, a mi corazón verdinegro.”-
A
todas nuestras sufridas...
Javier Martínez Lorenzo
Verdinegro
el corazón.....