Hace ya algunos años que
pertenezco a este maravilloso mundo de las carreras populares, en él he disfrutado,
disfruto y espero seguir disfrutando muchos años más.
Espero seguir disfrutando de tantas y tantas cosas buenas que esta gran
familia me aporta, tanto a nivel físico como a nivel psíquico y sobre todo a
nivel afectivo.
Pero sin duda lo que más me
satisface es haber conocido a una enorme y variopinta cantidad de gente.
Especialmente a los compañeros
de mi club, el sin par “Club Don Quijote Albacete”.
A mí me gusta la gente, me gusta la gente en general y la gente auténtica en
particular, me gusta la gente que me aporta cosas, la gente que me hace sentir
cosas.
Con la gente me pasa un poco como con el vino, me gusta observarla, ver su
color, sus matices, saber a qué huele, beberla despacio y disfrutar de su
sabor; cuando tengo la suerte de dar con una buena “botella” me tomo mi
tiempo...
Da la casualidad de que en esta
gran bodega del atletismo popular hay muchos y muy ricos caldos, cada uno con su
denominación de origen, con sus características, con sus propiedades
organolépticas particulares.
Pocas, muy pocas han sido las ocasiones
en las que he dado con algún “ vino peleón“, de esos que no valen ni para
vinagre....no es lo habitual.
Para el plato de hoy les sugiero uno de nuestros mejores “caldos”, les
adelanto que es un vino con carácter, potente, no todos los paladares están
preparados para apreciarlo, pero sé positivamente que les gustará.
En copa, su color es corinto
envejecido, a veces con alguna pincelada de marrón tabaco y unos tintes
cetrinos que recuerdan a los olivares de la sierra de donde procede. Ya en
nariz su aroma transmite fuerza y personalidad, pero con cierto aire dulzón,
como a natillas, a canela molida y café.
Una vez en boca, nos percatamos inmediatamente de que la uva de la que
procede tenía buen grado, se deja sentir perfectamente, se hace notar, el gusto
inicial deja unos fuertes matices a roble auténtico, su textura es densa, tiene
cuerpo, casi se podría masticar, recuerda un poco a esas cervezas negras de
Malta tostada que elaboran en Irlanda, en boca transmite fuerza y suavidad a la
vez, pero sin empalagar, la sensación es de como si te golpeara las papilas gustativas
un puño de hierro envuelto en un guante del más suave terciopelo. El retrogusto
es persistente, agradable, deja recuerdos imborrables en aquellos paladares que
tienen la fortuna de saborearlo. Es uno de esos vinos cultos, con bagaje, se
nota que fue trasegado y reposó en distintas
barricas, es de los de largo recorrido, un vino joven e impetuoso a veces,
vivo, muy vivo, pero con el poso y la enjundia que otorgan las bodegas de más
solera.
Marida muy bien con casi todos los platos, sobre todo con aquellos que son
sencillos en su elaboración, cuyos ingredientes tienen autenticidad y buen
fondo, con los que tienen sabor. Su presentación quizá sea lo más discutible,
se vende en una botella de buen vidrio, pero su etiquetado resulta un tanto
llamativo, los cuadritos arlequinados en blanco y naranja no me gustan
especialmente, en mi opinión le quedaría mejor una etiqueta verdinegra pero...
cosas del diseño gráfico ... la botella viene rematada con una vitola blanca con
un logo que se parece al de la marca deportiva Nike.

Su grado de alcohol da un puntito
de guasa un tanto canalla.
Si tienen a bien seguir la
recomendación de este humilde sumiller, háganme caso, pruébenlo, saboréenlo,
disfrútenlo, compártanlo con sus amigos, es un caldo realmente excepcional, no
les defraudará.
Concedan al momento de saborear un
“Fuerzas“ de Bodegas Dosquinceñas la importancia y atención que merece...
Que lo disfruten.....
Javier
Martínez Lorenzo
Verdinegro
el corazón ....